SALAMANCA
Tribuna Información
Publicat també a Diari de Girona el 27 de gener, a Levante el 28, a La Opinión el 29 i a Diari de Mallorca el 30
Soy de una generación que se reconcilió con Castilla a través de la literatura. Mirábamos de adolescentes, con distancia e indiferencia, algunos territorios de España. Nos costaba entusiasmarnos con Andalucía y nos entristecía una cierta desolación del paisaje de les grandes llanuras de Castilla. No era ningún tipo de rechazo. Más bien, mirábamos con más facilidad hacia Francia y más adelante hacia Inglaterra que hacia el interior de la Península. A menudo liquidábamos también todas las partes del conjunto con una cierta reticencia generalizadora aplicada a Madrid y, por extensión, a todos los restantes territorios. Indiferencia como sentimiento y rechazo hacia las actitudes centralistas y excluyentes.
De golpe, en el Bachillerato, descubrimos que todo era mucho más rico, más plural, mucho más diverso y enriquecedor que el estereotipo dominante que no encajaba con la realidad. El distanciamiento crítico y regeneracionista, según los casos, de la generación del 98 y de los pensadores y escritores de esta época nos reconciliaba con un mundo que inicialmente habíamos pensado que nos era negado. Descubrimos la fuerza de la literatura de esta época y del siglo de oro, descubrimos el sentido y la profundidad de la novela picaresca, vibramos con la ironía o la crítica mordaz de Quevedo, nos emocionamos con los místicos, valoramos las contradicciones de una sociedad que lo tuvo y lo perdió casi todo. El sentido y la importancia del imperio nos aparecía así más nítida. El Escorial adquiría una carga explicativa que, de otra forma, no habríamos sabido ver. La huella del erasmismo, el papel de los «alumbados» y «comuneros» dotava de perfiles nuevos una geografía que inicialmente se nos había hecho hostil. La magnificencia de los palacios, de los castillos y de las iglesias y los conventos aparecía en nuestros ojos ávidos como un patrimonio histórico artístico de gran envergadura. De raíces antiguas, de poso importante.
Por este camino descubrimos una nueva estética. La de los «campos» de Castilla, la de los arcos de San Juan de Duero, la de la torre del Gallo. Una nueva lectura de la historia la de Clunia, la de las raíces romanas de las ciudades, las carreteras y los. La de un románico de matriz diferente, pero de raíces culturales inequívocamente comunes. Nos emocionamos con el ciprés de Silos.
Por este camino admiramos y quisimos a Salamanca. El rio, el puente, la Casa de las Conchas, la Universidad, la cátedra de Fray Luis de León, el papel de Unamuno rector. Vibrábamos con la efervescencia universitaria de una ciudad castellana que nos caía muy lejos, pero que sentíamos muy cercana. Muchos hemos hecho una y otra vez el recorrido, incluso el peregrinaje. Hemos peregrinado por Castilla. Con ojos iluminados de la Mediterránea hemos ido a buscar también la paz y la serenidad de las grandes extensiones de los campos de trigo ondulados por el viento. Hemos observado después una y cien veces este paisaje desde el avión.
Y cuando hemos entrado en el corazón de estas ciudades, de estas sociedades, cuando hemos visto el impacto de los gobiernos locales y de la democracia, cuando hemos visto el auditorio de Salamanca, la vieja y la nueva arquitectura, la gran plaza y los nuevos ensanches, los viejos y los nuevos hoteles, los equipamientos de centralidad en el centro histórico, hemos visto intensamente un proceso de acercamiento y hermanamiento.
Escribo eso a media tarde del día que la Audiencia Nacional ha dicho que los papeles de la Generalitat depositados en el Archivo de la Guerra Civil de Salamanca y retenidos en Madrid podían venir hacia Catalunya. Me he sentido reconfortado y en paz conmigo mismo. He pensado que se hacía justicia, que se reparaba un disparate histórico. Un disparate con el que nada tiene que ver el pueblo de Salamanca y sus instituciones. El disparate fue la Guerra y sus consecuencias.
Ahora se repara con una cierta naturalidad forzada un agravio histórico. Los documentos institucionales del Gobierno de la Generalitat vuelven al Gobierno de la Generalitat e irán directamente al Archivo Nacional de Catalunya. Si los partidos y los sindicatos han recuperado su patrimonio, si los militares de la República han visto reconocidos sus derechos, si tantas cosas más en el camino de la necesaria reconciliación, ¿cómo es que no podían regresar a Catalunya los documentos de la única institución de la época de la República reestablecida antes incluso que la misma Constitución de 1978? ¿Si se había reestablecido la Generalitat, por qué no habían de regresar los papeles? ¿Qué extraño mecanismo rompía la lógica elemental, la racionalidad absoluta de esta petición que con tanta tenacidad ha hecho la Comisión de la Dignidad?
Y, sobre todo, costaban de entender los argumentos que hablaban de la unidad del archivo, del riesgo de dispersión para el acceso de los investigadores. Retornado el patrimonio, ¿no queda claro para todos que todos tendrán acceso a estos documentos y que se podrá hacer en Sant Cugat (Barcelona) con los originales o en Salamanca con las copias digitalizadas? Si esto es así, que lo es, bienvenidos sean los papeles, porque es lo que corresponde.
Y demos las gracias al esforzado pueblo de Salamanca que los ha guardado y velado durante sesenta años, demos las gracias a todas las personas e instituciones que han creído en el derecho de la devolución y han sufrido desgaste y, en algunos casos, injuria por haberlo defendido. Demos también las gracias a aquellos que inicialmente no lo veían claro y finalmente fueron ejecutores principalísimos de la voluntad del Gobierno y del pueblo a través del cumplimiento de una ley.
Con los papeles en casa y las conciencias tranquilas, hoy mismo hay puentes nuevos que construir para descubrir toda la seducción de una ciudad que tiene una densidad cultural de tal nivel que no echará en falta ni un solo instante estos papeles. Todo lo contrario. Sabrá vivir y ver el sentido de la justicia histórica, de la reparación histórica, de la fidelidad a la memoria histórica y sabrá encontrar en este hecho la mejor expresión de su profunda personalidad.
SALAMANCA
Diario de Mallorca
Publicat també a Diari de Girona el 27 de gener, Levante el 28, La Opinión el 29 i Tribuna Información el 31.
Soy de una generación que se reconcilió con Castilla a través de la literatura. Mirábamos de adolescentes, con distancia e indiferencia, algunos territorios de España. Nos costaba entusiasmarnos con Andalucía y nos entristecía una cierta desolación del paisaje de les grandes llanuras de Castilla. No era ningún tipo de rechazo. Más bien, mirábamos con más facilidad hacia Francia y más adelante hacia Inglaterra que hacia el interior de la Península. A menudo liquidábamos también todas las partes del conjunto con una cierta reticencia generalizadora aplicada a Madrid y, por extensión, a todos los restantes territorios. Indiferencia como sentimiento y rechazo hacia las actitudes centralistas y excluyentes.
De golpe, en el Bachillerato, descubrimos que todo era mucho más rico, más plural, mucho más diverso y enriquecedor que el estereotipo dominante que no encajaba con la realidad. El distanciamiento crítico y regeneracionista, según los casos, de la generación del 98 y de los pensadores y escritores de esta época nos reconciliaba con un mundo que inicialmente habíamos pensado que nos era negado. Descubrimos la fuerza de la literatura de esta época y del siglo de oro, descubrimos el sentido y la profundidad de la novela picaresca, vibramos con la ironía o la crítica mordaz de Quevedo, nos emocionamos con los místicos, valoramos las contradicciones de una sociedad que lo tuvo y lo perdió casi todo. El sentido y la importancia del imperio nos aparecía así más nítida. El Escorial adquiría una carga explicativa que, de otra forma, no habríamos sabido ver. La huella del erasmismo, el papel de los «alumbados» y «comuneros» dotava de perfiles nuevos una geografía que inicialmente se nos había hecho hostil. La magnificencia de los palacios, de los castillos y de las iglesias y los conventos aparecía en nuestros ojos ávidos como un patrimonio histórico artístico de gran envergadura. De raíces antiguas, de poso importante.
Por este camino descubrimos una nueva estética. La de los «campos» de Castilla, la de los arcos de San Juan de Duero, la de la torre del Gallo. Una nueva lectura de la historia la de Clunia, la de las raíces romanas de las ciudades, las carreteras y los. La de un románico de matriz diferente, pero de raíces culturales inequívocamente comunes. Nos emocionamos con el ciprés de Silos.
Por este camino admiramos y quisimos a Salamanca. El rio, el puente, la Casa de las Conchas, la Universidad, la cátedra de Fray Luis de León, el papel de Unamuno rector. Vibrábamos con la efervescencia universitaria de una ciudad castellana que nos caía muy lejos, pero que sentíamos muy cercana. Muchos hemos hecho una y otra vez el recorrido, incluso el peregrinaje. Hemos peregrinado por Castilla. Con ojos iluminados de la Mediterránea hemos ido a buscar también la paz y la serenidad de las grandes extensiones de los campos de trigo ondulados por el viento. Hemos observado después una y cien veces este paisaje desde el avión.
Y cuando hemos entrado en el corazón de estas ciudades, de estas sociedades, cuando hemos visto el impacto de los gobiernos locales y de la democracia, cuando hemos visto el auditorio de Salamanca, la vieja y la nueva arquitectura, la gran plaza y los nuevos ensanches, los viejos y los nuevos hoteles, los equipamientos de centralidad en el centro histórico, hemos visto intensamente un proceso de acercamiento y hermanamiento.
Escribo eso a media tarde del día que la Audiencia Nacional ha dicho que los papeles de la Generalitat depositados en el Archivo de la Guerra Civil de Salamanca y retenidos en Madrid podían venir hacia Catalunya. Me he sentido reconfortado y en paz conmigo mismo. He pensado que se hacía justicia, que se reparaba un disparate histórico. Un disparate con el que nada tiene que ver el pueblo de Salamanca y sus instituciones. El disparate fue la Guerra y sus consecuencias.
Ahora se repara con una cierta naturalidad forzada un agravio histórico. Los documentos institucionales del Gobierno de la Generalitat vuelven al Gobierno de la Generalitat e irán directamente al Archivo Nacional de Catalunya. Si los partidos y los sindicatos han recuperado su patrimonio, si los militares de la República han visto reconocidos sus derechos, si tantas cosas más en el camino de la necesaria reconciliación, ¿cómo es que no podían regresar a Catalunya los documentos de la única institución de la época de la República reestablecida antes incluso que la misma Constitución de 1978? ¿Si se había reestablecido la Generalitat, por qué no habían de regresar los papeles? ¿Qué extraño mecanismo rompía la lógica elemental, la racionalidad absoluta de esta petición que con tanta tenacidad ha hecho la Comisión de la Dignidad?
Y, sobre todo, costaban de entender los argumentos que hablaban de la unidad del archivo, del riesgo de dispersión para el acceso de los investigadores. Retornado el patrimonio, ¿no queda claro para todos que todos tendrán acceso a estos documentos y que se podrá hacer en Sant Cugat (Barcelona) con los originales o en Salamanca con las copias digitalizadas? Si esto es así, que lo es, bienvenidos sean los papeles, porque es lo que corresponde.
Y demos las gracias al esforzado pueblo de Salamanca que los ha guardado y velado durante sesenta años, demos las gracias a todas las personas e instituciones que han creído en el derecho de la devolución y han sufrido desgaste y, en algunos casos, injuria por haberlo defendido. Demos también las gracias a aquellos que inicialmente no lo veían claro y finalmente fueron ejecutores principalísimos de la voluntad del Gobierno y del pueblo a través del cumplimiento de una ley.
Con los papeles en casa y las conciencias tranquilas, hoy mismo hay puentes nuevos que construir para descubrir toda la seducción de una ciudad que tiene una densidad cultural de tal nivel que no echará en falta ni un solo instante estos papeles. Todo lo contrario. Sabrá vivir y ver el sentido de la justicia histórica, de la reparación histórica, de la fidelidad a la memoria histórica y sabrá encontrar en este hecho la mejor expresión de su profunda personalidad.
SALAMANCA
Levante
Publicat també a Diari de Girona del 27 de gener, a La Opinión el 29 , a Diario de Mallorca el 30 i a Tribuna Información el 31.
Soy de una generación que se reconcilió con Castilla a través de la literatura. Mirábamos de adolescentes, con distancia e indiferencia, algunos territorios de España. Nos costaba entusiasmarnos con Andalucía y nos entristecía una cierta desolación del paisaje de les grandes llanuras de Castilla. No era ningún tipo de rechazo. Más bien, mirábamos con más facilidad hacia Francia y más adelante hacia Inglaterra que hacia el interior de la Península. A menudo liquidábamos también todas las partes del conjunto con una cierta reticencia generalizadora aplicada a Madrid y, por extensión, a todos los restantes territorios. Indiferencia como sentimiento y rechazo hacia las actitudes centralistas y excluyentes.
De golpe, en el Bachillerato, descubrimos que todo era mucho más rico, más plural, mucho más diverso y enriquecedor que el estereotipo dominante que no encajaba con la realidad. El distanciamiento crítico y regeneracionista, según los casos, de la generación del 98 y de los pensadores y escritores de esta época nos reconciliaba con un mundo que inicialmente habíamos pensado que nos era negado. Descubrimos la fuerza de la literatura de esta época y del siglo de oro, descubrimos el sentido y la profundidad de la novela picaresca, vibramos con la ironía o la crítica mordaz de Quevedo, nos emocionamos con los místicos, valoramos las contradicciones de una sociedad que lo tuvo y lo perdió casi todo. El sentido y la importancia del imperio nos aparecía así más nítida. El Escorial adquiría una carga explicativa que, de otra forma, no habríamos sabido ver. La huella del erasmismo, el papel de los «alumbados» y «comuneros» dotava de perfiles nuevos una geografía que inicialmente se nos había hecho hostil. La magnificencia de los palacios, de los castillos y de las iglesias y los conventos aparecía en nuestros ojos ávidos como un patrimonio histórico artístico de gran envergadura. De raíces antiguas, de poso importante.
Por este camino descubrimos una nueva estética. La de los «campos» de Castilla, la de los arcos de San Juan de Duero, la de la torre del Gallo. Una nueva lectura de la historia la de Clunia, la de las raíces romanas de las ciudades, las carreteras y los. La de un románico de matriz diferente, pero de raíces culturales inequívocamente comunes. Nos emocionamos con el ciprés de Silos.
Por este camino admiramos y quisimos a Salamanca. El rio, el puente, la Casa de las Conchas, la Universidad, la cátedra de Fray Luis de León, el papel de Unamuno rector. Vibrábamos con la efervescencia universitaria de una ciudad castellana que nos caía muy lejos, pero que sentíamos muy cercana. Muchos hemos hecho una y otra vez el recorrido, incluso el peregrinaje. Hemos peregrinado por Castilla. Con ojos iluminados de la Mediterránea hemos ido a buscar también la paz y la serenidad de las grandes extensiones de los campos de trigo ondulados por el viento. Hemos observado después una y cien veces este paisaje desde el avión.
Y cuando hemos entrado en el corazón de estas ciudades, de estas sociedades, cuando hemos visto el impacto de los gobiernos locales y de la democracia, cuando hemos visto el auditorio de Salamanca, la vieja y la nueva arquitectura, la gran plaza y los nuevos ensanches, los viejos y los nuevos hoteles, los equipamientos de centralidad en el centro histórico, hemos visto intensamente un proceso de acercamiento y hermanamiento.
Escribo eso a media tarde del día que la Audiencia Nacional ha dicho que los papeles de la Generalitat depositados en el Archivo de la Guerra Civil de Salamanca y retenidos en Madrid podían venir hacia Catalunya. Me he sentido reconfortado y en paz conmigo mismo. He pensado que se hacía justicia, que se reparaba un disparate histórico. Un disparate con el que nada tiene que ver el pueblo de Salamanca y sus instituciones. El disparate fue la Guerra y sus consecuencias.
Ahora se repara con una cierta naturalidad forzada un agravio histórico. Los documentos institucionales del Gobierno de la Generalitat vuelven al Gobierno de la Generalitat e irán directamente al Archivo Nacional de Catalunya. Si los partidos y los sindicatos han recuperado su patrimonio, si los militares de la República han visto reconocidos sus derechos, si tantas cosas más en el camino de la necesaria reconciliación, ¿cómo es que no podían regresar a Catalunya los documentos de la única institución de la época de la República reestablecida antes incluso que la misma Constitución de 1978? ¿Si se había reestablecido la Generalitat, por qué no habían de regresar los papeles? ¿Qué extraño mecanismo rompía la lógica elemental, la racionalidad absoluta de esta petición que con tanta tenacidad ha hecho la Comisión de la Dignidad?
Y, sobre todo, costaban de entender los argumentos que hablaban de la unidad del archivo, del riesgo de dispersión para el acceso de los investigadores. Retornado el patrimonio, ¿no queda claro para todos que todos tendrán acceso a estos documentos y que se podrá hacer en Sant Cugat (Barcelona) con los originales o en Salamanca con las copias digitalizadas? Si esto es así, que lo es, bienvenidos sean los papeles, porque es lo que corresponde.
Y demos las gracias al esforzado pueblo de Salamanca que los ha guardado y velado durante sesenta años, demos las gracias a todas las personas e instituciones que han creído en el derecho de la devolución y han sufrido desgaste y, en algunos casos, injuria por haberlo defendido. Demos también las gracias a aquellos que inicialmente no lo veían claro y finalmente fueron ejecutores principalísimos de la voluntad del Gobierno y del pueblo a través del cumplimiento de una ley.
Con los papeles en casa y las conciencias tranquilas, hoy mismo hay puentes nuevos que construir para descubrir toda la seducción de una ciudad que tiene una densidad cultural de tal nivel que no echará en falta ni un solo instante estos papeles. Todo lo contrario. Sabrá vivir y ver el sentido de la justicia histórica, de la reparación histórica, de la fidelidad a la memoria histórica y sabrá encontrar en este hecho la mejor expresión de su profunda personalidad.
SALAMANCA
Diari de Girona
[Publicat també a Levante el dia 28, a La Opinión el 29, a Diario de Mallorca el 30 i a Tribuna Información el 31 de gener]
Sóc d’una generació que es va reconciliar amb Castella a través de la literatura. Miràvem d’adolescents, amb distància i indiferència, alguns territoris d’Espanya. Ens costava entusiasmar-nos amb Andalusia i ens entristia una certa desolació del paisatge de les grans planures de Castella. No era cap mena de rebuig. Més aviat miràvem amb més facilitat cap a França, i més endavant cap a Anglaterra que cap a l’interior de la Península. Sovint liquidàvem també totes les parts del conjunt amb una certa reticència generalitzadora aplicada a Madrid i per extensió a tots els altres territoris. Indiferència com a sentiment i rebuig cap a les actituds centralistes i excloents.
De cop, al batxillerat, vam descobrir que tot era molt més ric, molt més plural, molt més divers i engrescador que l’estereotip dominant que no encaixava amb la realitat. El distanciament crític i regeneracionista, segons els casos, de la generació del 98 i dels pensadors i escriptors d’aquesta època ens reconciliava amb un món que inicialment havíem pensat que ens era negat. Vam descobrir la força de la literatura d’aquesta època i del segle d’or, vam descobrir el sentit i la profunditat de la novel•la picaresca, vam vibrar amb la ironia o la crítica mordaç de Quevedo, ens vam emocionar amb els místics, vam valorar les contradiccions d’una societat que ho va tenir i ho va perdre quasi tot. El sentit i la importància de l’imperi ens apareixia així amb més nitidesa. El Escorial adquiria una càrrega explicativa que altrament no hauríem sabut veure. L’empremta de l’erasmisme, el paper dels “alumbrados” i “comuneros” dotava de perfils nous una geografia que inicialment se’ns havia fet hostil. La magnificència dels palaus, dels castells i de les esglésies i els convents apareixia als nostres ulls àvids com un patrimoni històric artístic de gran envergadura. D’arrels antigues, de pòsit important.
Per aquest camí vam descobrir una nova estètica. La dels “campos” de Castilla, la dels arcs de San Juan de Duero, la de la torre del Gallo. Una nova lectura de la història la de Clúnia, la de les arrels romanes de les ciutats, de les carreteres i els ponts. La d’un romànic de matriu diferent, però d’arrels culturals inequívocament comunes. Vam emocionar-nos amb el “ciprés“ de Silos.
Per aquest camí vam admirar i estimar Salamanca. El riu, el pont, la casa de las Conchas, la Universitat, la càtedra de fray Luis de León, el paper d’Unamuno rector. Vibràvem amb l’efervescència universitària d’una ciutat castellana que ens queia lluny, però que sentíem molt propera. Molts hem fet una vegada i una altra el recorregut, fins i tot el peregrinatge. Hem peregrinat a Castella. Amb ulls enlluernats de Mediterrània hem anat a buscar també la pau i la serenitat de les grans extensions dels camps de blat ondulats pel vent. Hem mirat després una i cent vegades aquest paisatge des de l’avió.
I quan hem entrat al cor d’aquestes ciutats, d’aquestes societats, quan hem vist l’impacte dels governs locals i de la democràcia, quan hem vist l’auditori de Salamanca, la vella i la nova arquitectura, la gran plaça i els nous eixamples, els vells i els nous hotels, els equipaments de centralitat al centre històric, hem viscut intensament un procés d’acostament i agermanament.
Escric això a mitja tarda del dia que l’Audiència Nacional ha dit que els papers de la Generalitat dipositats a l’Arxiu de la Guerra Civil de Salamanca i retinguts a Madrid podien venir cap a Catalunya. M’he sentit reconfortat i en pau amb mi mateix. He pensat que es feia justícia, que es reparava un disbarat històric. Un disbarat amb el que no hi té res a veure el poble de Salamanca i les seves institucions. El disbarat va ser la Guerra i les seves conseqüències.
Ara es repara amb una certa naturalitat forçada un greuge històric. Els documents institucionals del Govern de la Generalitat tornen al Govern de la Generalitat i aniran directament a l’Arxiu Nacional de Catalunya. Si els partits i els sindicats han recuperat el seu patrimoni, si els militars de la República han vist reconeguts els seus drets, si, tantes coses més en el camí de la necessària reconciliació, com és que no podien tornar a Catalunya els documents de l’única institució de Govern de l’època de la República restablerta abans mateix de la Constitució de 1978? Si s’havia restablert la Generalitat, per què no havien de tornar els papers? Quin estrany mecanisme trencava la lògica elemental, la racionalitat absoluta d’aquesta petició que amb tanta tenacitat ha fet la Comissió de la Dignitat?
I, sobretot, costava d’entendre els arguments que parlaven de la unitat de l’arxiu, del risc de dispersió de l’accés als investigadors. Retornat el patrimoni, no queda clar per a tothom que tothom tindrà accés a aquests documents i que ho podrà fer a Sant Cugat amb els originals o a Salamanca amb les còpies digitalitzades? Si això és així, com ho és, benvinguts siguin els papers, perquè és el que toca.
I donem les gràcies a l’esforçat poble de Salamanca que els ha guardat i vetllat durant seixanta anys, donem les gràcies a totes les persones i institucions que han cregut en el dret de la devolució i han sofert desgast i, en alguns casos, injúria per haver-ho defensat. Donem també les gràcies a aquells que inicialment no ho veien clar i finalment van ser executors principalíssims de la voluntat del Govern i del poble a través del compliment d’una Llei.
Amb els papers a casa i les consciències tranquil·les avui mateix hi ha ponts nous a construir per redescobrir tota la seducció d’una ciutat que té una densitat cultural de tal nivell que no trobarà a faltar ni un sol instant aquests papers. Tot el contrari. Sabrà viure i veure el sentit de la justícia històrica, de la reparació històrica, de la fidelitat a la memòria històrica i sabrà trobar en aquest fet la millor expressió de la seva profunda personalitat.
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EL LITORAL
Presentació del Pla Director Urbanístic del Sistema Costaner. Barcelona, DPTOP, 2006
La costa catalana ha tingut sempre un paper rellevant en la història de Catalunya. El diàleg entre el mar i la terra, el paisatge i els homes ha estat una constant. A vegades un diàleg construït a la defensiva, des de la por, protegint-se dels pirates. En altres moments acollint les naus de la guerra i de l’expansió catalana a la Mediterrània. Molt sovint també fent de porta al contraban i sortida fàcil dels productes i les persones cap a terres llunyanes. Els teixits, el blat, els aiguardents, les indianes, el carbó, han circulat pels ports de la nostra costa tant com el corall, les arts de la pesca, la lluita constant per a la supervivència o les bales de suro dels tapers il·lustrats. Esclaus i pirates, pescadors i guerrers, mercaders i fabricants, turistes i estiuejants, mariners esforçats, han contemplat una i altra vegada el nostre litoral. Han conegut els paisatges més oberts i les raconades més íntimes, els capricis geològics de la natura o la profunda empremta de la humanitat, la petjada de la cultura i la imatge viva de l’agricultura arran d’aigua; vinyes verdes vora el mar o els arrossars inundats del Delta i de Pals.
Durant segles s’ha anat fent un teixit urbà esglaonat en diferents punts de la costa. Petites poblacions de pescadors, ports comercials de badies profundes, ciutats industrials avesades al comerç amb Amèrica. Els pobles i les ciutats de la costa s’han fet durant centúries.
Durant el segle XX els canvis socials, demogràfics i econòmics i l’arribada del turisme massiu han transformat un panorama que s’havia anat modelant de forma gradual i compassada. El litoral de Catalunya ha canviat molt en els darrers cent anys. Molt i de pressa! S’ha anat atapeint, omplint, fins a fer intuir el risc de la formació de tot un continu urbà en la primera línia de la costa. Aquest risc significaria la pèrdua d’identitat i de valors dels nostre litoral que acabaria pervertit i desdibuixat.
Lluny, però, de pensar un passat idíl·lic, que no ho era, i un present amenaçador que tampoc no ho és.
El Govern dela Generalitat pensa el futur, assegura el futur. El pensa en positiu i amb una visió optimista des del convenciment que hi som a temps i que tenim capacitat d’acció i de proposta.
Aquest és el motiu pel qual el Govern ha aprovat i ara presenta el Pla director crbanístic del Sistema Costaner. Un Pla que vol assegurar l’estricta continuïtat dels valors patrimonials i dels paisatges que ens han identificat i amb els quals ens hem fet i identificat. Que vol garantir un creixement ordenat i harmònic dels nuclis urbans i de les activitats econòmiques de la nostra costa. I que es planteja mostrar la pluralitat, la diversitat ,la riquesa dels paisatges que conformen el litoral de Catalunya.
Aquest Pla és un instrument urbanístic, però és també un instrument d’intervenció i d’acció, per tal de fer des de la credibilitat i el rigor els canvis d’accent que calguin per preservar un patrimoni, un conjunt d’actius, que necessitem per continuar donant impuls i activitat al litoral.
La qualitat i la personalitat dels paisatges en els quals ens reconeixem és també la garantia de la qualitat de totes les vides que bateguen i viuen en aquesta costa.