Joaquim Nadal i Farreras

TIERRA QUEMADA

El País 

Los palmitos calcinados de Garraf son una interpelación para todos los catalanes. Han pasado ya algunas semanas desde que una climatología insólita para la época propició junto a un cúmulo de imprudencias una serie de dramáticos incendios forestales. En pocos días y con muchas ráfagas de viento saltaron por los aires todas las estadísticas eufóricas y optimistas de los últimos años.

La imprudencia, la sequía, las altas temperaturas, y el viento ponían en evidencia la endeblez de la política de prevención, las contradicciones entre distintas áreas de gobierno responsables, y la precariedad del optimismo institucional basado en las estadísticas favorables de años anteriores. En suma, la relación de causa-efecto que se pretendía establecer entre política de prevención y bajo índice de siniestralidad no tenía fundamento.

Comprendo que en una sociedad mediática sea necesario transmitir los resultados de una gestión por todos los medios al alcance de los gobiernos. Pero hay que hacerlo sólidamente, con argumentos y con una prudencia elemental, cuidando que los argumentos no puedan volverse en contra en un instante.

La fragilidad de nuestro medio ambiente no admite ligerezas ni frivolidades. Es más práctico mostrarse realista empedernido y plantear con tesón las propuestas que pueden ir creando condiciones generales favorables a una regeneración del medio. Con la conciencia que no caben triunfalismos y que no cabe el desánimo o el abandono. Bajar la guardia un año, una distracción, un retraso en la adopción de medidas enérgicas pueden cambiar negativamente los guarismos de hectáreas calcinadas.

De ahí que ante la brutalidad de un incendio forestal no tenga ningún sentido rasgarse las vestiduras y buscar responsabilidades. Cuando hay fuego hay que apargarlo. Y agradecer la entrega, la generosidad, el riesgo, la valentía de bomberos y voluntarios y confiar en su preparación y medios para la extinción.

Pero ahora con las cenizas húmedas por las lluvias de mayo hay que pensar serenamente en el futuro. La pregunta clave sería ¿Qué hay que hacer para depender cada vez menos de la lluvia o las temperaturas en relación con los incendios forestales?. Y serenamente preguntarse: ¿Es correcta la política de Agricultura? ¿Y la de Governació? ¿Tiene sentido que haya dos políticas desde dos departamentos? ¿Es razonable que quien tiene la competencia de la prevención y la extinción no sea quien decida el inicio y el anuncio de los días de riesgo? ¿O acaso habría que convenir que en relación al fuego el riesgo es permanente y que las normas son constantes? ¿Quién y cómo repuebla los bosques? ¿Quién limpia el bosque?.

Hoy, en nuestra sociedad, nadie limpia el bosque. La baja rentabilidad forestal ha convertido el bosque en tierra de nadie. Pero sigue siendo cosa de todos. Y es responsabilidad del Govern cambiar políticas, unificar criterios, organizar programas, modernizar medios, limpiar bosques, firmar convenios con los propietarios.

Los ciudadanos esperan más propuestas y menos propaganda.

15 Juny 1994 Posted by | ARTICLES D'OPINIÓ, El País | , , | Comentaris tancats a TIERRA QUEMADA