Joaquim Nadal i Farreras

LA GUERRA DE TRINCHERAS

El País 

Mi capacidad de asombro y sorpresa no tiene límite. Vivimos en un país sorprendente, apasionante, divertido, frágil. Todo es íntimo, familiar. Un país de estar por casa. Para dormirse satisfecho cada noche.

Estas fueron mis sensaciones la noche que las “tres senyores” de TV3 se llevaron a Josep M. Cullell a las rebajas.

El actual Conseller de Política Territorial y Obras Públicas tiene planta pero no tiene porte. Tiene percha pero es una percha desconjuntada, de andares tambaleantes, como si viviera permanentemente desestabilizado por sus noventa y cuatro kilos o por los envites de la vida.

Se mostró discreto y prudente en política, locuaz en familia y siempre teatral. Ya veía una procesión de catalanes entusiasmados acompañando a Josep M.  y a Roser en la “pedida” que anunció. Esposa, familia, Barça, nietos (prospección de futuro), desfilaron entre tableta y tableta de chocolate.

Estoy convencido que demostró sinceridad contenida cuando se le planteó cómo se resiste perder unas elecciones. Desde su nueva posición, reinstalado en la calle Dr. Roux, pudo moverse con desparpajo y pasar la maroma de los años duros de banquillo, de oposición, de sinsabores, de disgustos, de soledades, de crueldades. Sonreía con la moral del superviviente.

En cambio no nos dijo nada de los momentos difíciles, de los amigos que le dieron la espalda cuando quedó descabalgado, de la dureza con que le trató su propio partido. Estoy convencido que Cullell piensa en su fuero interno que su travesía del desierto fue una experiencia inolvidable y ejemplificante y que se da por muy satisfecho si la lección aprendida en su propia piel sirve para ahorrársela a otros.

Sin embargo, el momento más atractivo llegó cuando explicó el momento en que el Gran Jefe (Jordi Pujol) le propuso encabezar la lista de CiU para las municipales de Barcelona en 1987. Fue un instante delicioso, sublime cuando contaba que Jordi Pujol para anunciarle las dificultades del compromiso, su condición anticipada de perdedor, utilizó el símil de la guerra de trincheras. Ante el enemigo asentado en el edificio de enfrente, en la plaza, a veces los generales mandan a jóvenes oficiales a perder batallas en la guerra de trincheras para al fin ganar guerras.

La percepción, la sensibilidad que el gobierno de mayoría socialista del Ayuntamiento de Barcelona apunta directamente a la Generalitat desde la plaza de Sant Jaume, su condición de enemigos, la afirmación de la necesidad de plantear una guerra, hace aflorar las más íntimas sensibilidades antimunicipalistas de CiU.

Planteadas las cosas en estos términos la cooperación, la estabilidad, el apoyo institucional, el respeto mutuo, las lecciones de civismo, aparecen como muy precarias, poco creíbles.

 

15 febrer 1994 Posted by | ARTICLES D'OPINIÓ, El País | , , , | Comentaris tancats a LA GUERRA DE TRINCHERAS

CONGRESO PARA EL CORAZÓN

La Vanguardia

Conducía bastante deprisa por la autopista de Garraf. Con las prisas y los túneles apenas percibía el paisaje. Recordaba, eso sí, que hace ya veintisiete años Salvador Llobet me enseñó que el macizo era el límite septentrional del palmito (chamaerops humilis). Los inviernos en Sitges suelen ser dulces. Algo tristes de noche y generalmente apacibles de día. Llegué al hotel-palacio de congresos con el tiempo justo para asistir al inicio del 7º Congreso del PSC y escuchar el discurso político de Raimon Obiols. Al terminar el viernes 5 de febrero comí en el chiringuito del pueblo de Garraf. En las pertinaces curvas descubrí muchos palmitos, algunos algarrobos residuales y el lento desmoronamiento de las paredes secas de los bancales. Después del arroz, el mar con su luz más exacta me deslumbró bastante como para reclamar mis gafas de sol.

Hasta el lunes por la mañana, espléndida, durante tres días y tres largas noches no vería más el sol. El resultado de la votación del informe de gestión acababa de desencadenar un cambio de escenario radical.

En las semanas, meses, anteriores al Congreso se había fraguado en un constante tira y afloja un acuerdo para la composición de los órganos de dirección del PSC. Pero este acuerdo después de la votación saltó por los aires.

Mis vivencias del Congreso son múltiples, sus enseñanzas enormes, pero no me atrevo a hacer un diagnóstico, y mucho menos a explicar con claridad qué ocurrió. Sé, con seguridad, que ésta es la pregunta que se hacen los ciudadanos y sé también que nada sería tan importante como una respuesta clara y convincente. No me acabo de atrever. De una forma poco articulada solo podré hacer una aproximación subjetiva y muy provisional.

Sí puedo decir con claridad que durante la tarde del viernes y una parte del sábado vivimos horas intensas y el riesgo de una mala salida. Podía ocurrir fácilmente que se saliera de un Congreso que había levantado muchas expectativas con un desgaste irreparable, perdiendo todos: el proyecto político, la sociedad catalana, la totalidad de los militantes y dirigentes socialistas catalanes.

Mientras saltaba al primer plano el problema de la dirección, los nombres y su composición, el Congreso continuó sus trabajos y concluyó las ponencias con una destacable unanimidad. A juzgar por los contenidos y los acuerdos no parece que se estuviese dilucidando una cuestión ideológica. El PSC sacaba adelante sus postulados renovadores, afirmaba su voluntad de conducir desde el catalanismo político un proyecto para gobernar Cataluña y proclamaba sin complejos su aportación decisiva a la gobernabilidad de España.

Pero en los pasillos, en el hall, en el bar y en las salas de reuniones el PSC parecía tener su alma en vilo. Se cortaba el aire, se expresaba inquietud. Pude ver militantes temblorosos, emocionados, llorosos con la voz entrecortada. Solidaridades generosas en todas direcciones. Algunas torpezas. Desencuentros de fidelidades personales conducidos radicalmente hasta el final.

Y el atisbo, el riesgo, de un remedo de partido de mayorías y minorías. El filo de la navaja de viejas y dispares sensibilidades socialistas que afloraban de nuevo.

Pero la cohesión trabajada durante más de una década jugó su baza. Los militantes expresaron un sentimiento, un deseo. La voluntad insistente de más atención al partido, a los militantes, a la organización, al trabajo anónimo de cada día de las agrupaciones y federaciones.

Reclamaban atención de sus líderes, mensajes claros, propuestas estimulantes, solidaridades desde la dirección. El Congreso fue, minuto a minuto, vivido con el corazón, con los sentimientos.

La sacudida inicial había sido el revulsivo para sacar sentimientos encontrados, para despertar voluntades, para exigir generosidades de todos. Un toque de atención, un ejercicio democrático, la valoración individual por parte de cada militante de su peso en el partido.

Hubo más, claro está. Sus más y sus menos. Cálculos y estrategias, atisbos de rigideces, enfrentamientos solapados.

Pero al fin un proyecto común, un liderazgo compartido, un ejercicio de sensatez política, la constatación de menos diferencias que las anunciadas, unas sensibilidades muy próximas y sólidas y una clara y decidida apuesta por la unidad. Y las condiciones de madurez y maduración para cerrar muy rápidamente las heridas, para recomponer los platos rotos, para presentar de nuevo una vajilla entera.

El PSC salió reforzado. Hizo en Sitges un ejercicio saludable y lo culminó bien. Conviene no perderlo de vista.

La sociedad catalana, los analistas políticos, pueden legítimamente ofrecer lecturas distintas. Visiones desde el partido hacia la sociedad. Y pueden preguntarse hacia donde va el PSC. Pueden incluso apuntar que los votos a unos y los menos votos a otros son un signo de giro españolista del proyecto. Pero por qué no considerar un giro catalanista, o hacia Cataluña, de estos líderes más votados?

En el fondo ésta no fue la cuestión. Fué más interna, más propia, más del alma del partido.

Y la sociedad catalana debe saber que desde una mayor claridad, un acuerdo central del Congreso anuncia la preparación de una alternativa amplia, abierta, plural, para gobernar Cataluña desde profundas convicciones catalanistas y con propuestas sociales avanzadas propias de un país moderno, europeo, civilizado. No son frases hechas, está en los papeles, está también en la tradición de los nombres, en la constancia de liderazgos fraguados hace décadas y construidos tenazmente, en la renovación avanzada, en nuevas generaciones que apuntan.

El sol, el lunes, era radiante. Desayuné sólo y cansado en el hotel. Sitges era dulce y apacible. De regreso por los túneles no vi palmitos.

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13 febrer 1994 Posted by | ARTICLES D'OPINIÓ, La Vanguardia | , , , | Comentaris tancats a CONGRESO PARA EL CORAZÓN