Joaquim Nadal i Farreras

EL REY Y EL ALCALDE

El País

Parece ser, hablo sólo de oídas y de leídas, que se ha armado un cierto revuelo por la apelación al Rey que ha realizado el alcalde de Barcelona Pasqual Maragall en demanda de unas bien merecidas aspiraciones.

No dudo que apelar al Jefe del Estado es una medida de excepción, pero me sorprende e irrita la reacción que ha provocado Pasqual en las filas de la oposición municipal y en algunos otros sectores sin representación en el Consistorio.

A mi modesto entender, la actitud de Pasqual Maragall fue impecable por muchos motivos que intentaré exponer.

En primer lugar, conviene recordar que lo que hizo el alcalde se inscribe en la más pura tradición del catalanismo político. Es más, históricamente los privilegios de las ciudades y su representación en las Cortes de la Corona catalanoaragonesa propiciaban este tipo de peticiones y reivindicaciones. Más adelante ya en el siglo XIX y en parte del actual, alcaldes, parlamentarios, presidentes de diputación o representantes de la sociedad civil acudieron a la vía ensayada ahora por Maragall y conocida en términos generales por la presentación de “Memoriales de agravios”.

Pero además en nuestra más reciente andadura constitucional nuestro actual President de la Generalitat ha acudido calculadamente a la Corona en algunas iniciativas gestuales que se le dan muy bien. Sin ir más lejos, la reciente visita de Jordi Pujol a la Zarzuela, aunque no ha tenido un mensaje exteriorizado, estaba llena de resonancias simbólicas por el momento político en que se producía.

Por otra parte, existen razones objetivas que avalan la intervención de Maragall. He dicho más arriba que se trató de una medida de excepción pero, añado ahora, que en justa concordancia con un auténtico “estado de excepción”.

Entiendo que apelar al Rey no es una vía ordinaria. Tampoco son tan frecuentes sus visitas a la ciudad condal. También puedo aceptar que las vías ordinarias para conseguir lo que Maragall pidió al Rey son vías más propias de la negociación política y de la discusión parlamentaria. Desde esta perspectiva “normal” se puede comprender que la oposición adujera que en aquel acto se estaban pidiendo “peras al olmo”.

Pero hoy el diálogo político no es muy fluído, la cultura del pacto no acaba de cuajar y las iniciativas políticas y parlamentarias encaminadas a plantear y resolver problemas municipales brillan por su ausencia. Maragall ha visto como sus peticiones caían en saco roto, como apenas conseguía establecer un diálogo de sordos, como con gran frecuencia recibía la callada por respuesta cuando no se le dedicaban algunos improperios tácitos o explícitos.

Después de predicar años en el desierto, de parecer una voz de las catacumbas, después de pedir lo que las leyes contemplan, de cargarse de razones políticas y económicas, después de asistir a la sistemática devaluación de la representatividad local, Maragall ha aprovechado el efecto altavoz que le proporcionaba la visita del Rey.

Los problemas municipales, entre los que se inscriben con singularidad propia los de Barcelona-capital, merecerían mejor suerte.

El día que se imponga la sensatez política y se aborden los problemas cotidianos de nuestros pueblos y ciudades, dejarán de tener sentido las palabras al Rey. Mientras, la voz de los alcaldes es una voz legitimada por las urnas y con autonomía para expresarse en defensa de los ciudadanos ante cualquier auditorio. Aunque les pese a quienes crean los obstáculos para facilitar la solución del problema.

28 Setembre 1993 Posted by | ARTICLES D'OPINIÓ, El País | , , , , | Comentaris tancats a EL REY Y EL ALCALDE

CATALUÑA Y ESPAÑA (y II)

La Vanguardia

En pocos meses hemos ido a parar a una situación lamentable. La derecha española reacciona enfurecida ante la supuesta hipoteca nacionalista del gobierno español. En un afán por remedar la oleada antisocialista anterior a las elecciones del 6 de junio desata las iras y los temores más inveterados de la más aciaga historia de España. La apelación al miedo, a la fractura nacional, descubre ahora en las manifestaciones de José Mª Aznar su rostro más descarnado. Los nacionalistas por su parte en un giro estratégico quizás mal calculado optan por abandonar su tradicional comedimiento y arrancan en una carrera desenfrenada por tirar del hilo de la reivindicación.

Es sin duda una situación nueva. Radicalmente nueva. Quizás una guerra de posiciones, unos escarceos ante la inevitable política de pactos, una tormenta en un vaso de agua. Igual resulta que dentro de unos meses descubrimos que lo único que ocurre es la confirmación inequívoca que somos un país espumoso, que construye realidades efervescentes, gaseosas, efímeras.

Pero la responsabilidad de todos ante la actual circunstancia no admite muchos juegos malabares.

Y sin embargo, nos empecinamos en sembrar la ceremonia de la confusión, en añadir ingredientes indigeribles, en suscitar polémicas estériles, en rodear los problemas y eludirlos sin tocarlos a fondo.

Me permito aventurar una opinión desde las filas del socialismo catalán: la derecha española busca lobos por todas partes para desgastar y desprestigiar la actual hegemonía socialista, el centroderecha nacionalista implanta la política del pellizco y el regateo, y los socialistas españoles tardan en exceso en dar unas pautas claras, concretas, comprensibles, para salir de la crisis y para definir el compromiso electoral de un nuevo impulso democrático que debe conllevar un nuevo impulso autonómico. Las vacilaciones, las divisiones internas, los reiterados retrasos en la implantación de la cesión del 15% del IRPF, convierten la iniciativa socialista, la propuesta del gobierno, la voluntad de corresponsabilidad fiscal, la voluntad autonomista, en una cesión vergonzante, en una condescendencia, en una concesión in extremis, en un pellizco sabroso, una dentellada de los nacionalistas. A pesar de la racionalidad, la prudencia y la contención de la propuesta.

De ahí que solo una clarificación desde las propias filas socialistas puede disipar los temores de unos y otros y puede retornar racionalidad y rigor a las derivaciones viscerales más recientes de nuestra vida política.

Pero es cierto que si no hay claridad, valentía, decisión, rigor democrático, pedagogía política, no conseguiremos articular una vía que resuelva de verdad los problemas históricos de España que parecían superados y hoy renacen con virulencia.

Cataluña es, en mayor medida que el País Vasco que disfruta desde hace muchos años de concierto económico, uno de estos problemas. Y en la actual coyuntura uno de los problemas más relevantes. Abordémoslo con sinceridad y generosidad por todas las partes.

Me permito apuntar un guión argumental para enfocar la cuestión. 

  1. Cataluña es una indiscutible realidad nacional.
  2. Cataluña ha expresado su voluntad de desarrollarse en el seno de un estado plurinacional.
  3. Cataluña ha aceptado la descentralización administrativa homogénea de este estado plurinacional, España.
  4. Cataluña tiene una lengua propia y una cultura específica.
  5. La realidad histórica, la lengua y la cultura avalan la existencia de un hecho diferencial catalán.
  6. Este hecho diferencial es exclusivo de Cataluña y no es compartido en igual medida por ninguna otra comunidad autónoma.
  7. El marco constitucional y estatutario deberían dar cabida a este hecho diferencial.
  8. Cataluña acoge una sociedad plural y se enriquece con aportaciones de origen diverso.
  9. La plenitud del hecho diferencial comporta la libre aceptación y desarrollo de esta pluralidad social y cultural.
  10. Cataluña vive este hecho diferencial en un contexto de economía desarrollada, avanzada y rica.
  11. Cataluña aspira a generar mayor riqueza y actividad económica y a disponer de los recursos suficientes para continuar este modelo económico.
  12. Cataluña conoce y asume la integración de su economía en España y Europa y aspira a compartir con ambos marcos un modelo de crecimiento común, no excluyente.
  13. La solidaridad de las regiones avanzadas se ejercita desde la generalización de la riqueza, no desde la generalización de la pobreza.
  14. La riqueza de Cataluña es también la riqueza de España.

Los separatismos, las veleidades independentistas, se alimentan siempre de la fricción entre nacionalismos encontrados. La única manera de salir ahora del atolladero es hablar de las cosas por su nombre, dejar la política del titubeo por un lado o del pellizco por otro. Definir las aspiraciones de Cataluña en España y de Cataluña en Cataluña. Medir el alcance de las aspiraciones básicas compartidas por las fuerzas políticas catalanas, concretar las propuestas, fijar un horizonte cronológico y someter el acuerdo y la clarificación a la consideración del gobierno español y del gobierno catalán y de los respectivos parlamentos. Con el fin de disipar dudas, sospechas y recelos y muy especialmente con el propósito de evitar la valoración con rasero distinto las propuestas cuando se formulan desde una u otra comunidad autónoma. Es decir: lo que es bueno para el PP si lo propone Fraga no tiene porque ser malo para España si es fruto de un pacto entre socialistas y CiU.

En suma, hoy por hoy sólo la reticencia a reconocer la necesidad de un mayor impulso de la lengua y la cultura catalanas, el rechazo a dotar de mecanismos fiscales y financieros más ágiles y directos a las comunidades autónomas, la obcecación en negar el peso real económico, demográfico y territorial relativo de cada comunidad autónoma sin penalizaciones, la obstrucción a la clarificación administrativa suprimiendo duplicidades y desarrollando un modelo de administración única, la objeción a la consideración real y efectiva del gobierno autónomo como representante ordinario del Estado, puede desencadenar un impulso social del independentismo en Cataluña.

En sentido contrario la obstinación del gobierno autónomo en practicar la política del pellizco, la insolidaridad y la deslealtad, la reiteración sistemática de desconfianza y engaños, la denuncia solapada, la insinuación maquiavélica, la administración concurrente, la rivalidad politizada entre administraciones puede conducir al bloqueo y al retroceso del hecho diferencial que se pretende estimular y representar.

Hablemos claro, fijemos los límites del terreno de juego, practiquemos la solidaridad y la generosidad desde la colaboración inequívoca, y construyamos las bases de un Estado moderno y federalista en el que quepan todos sin temores innecesarios. O cerramos el contencioso España-Cataluña o el contencioso nos va a devorar.

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4 Setembre 1993 Posted by | ARTICLES D'OPINIÓ, La Vanguardia | , , , , , | Comentaris tancats a CATALUÑA Y ESPAÑA (y II)

CATALUÑA Y ESPAÑA (I)

La Vanguardia

Según cuentan las crónicas que el general D. Mariano Alvarez de Castro, defensor de Gerona, mi ciudad, murió de sueño en manos de las tropas napoleónicas. Es decir, pellizcado cada vez que pretendía dormir.

Hasta ahora desde las filas de la oposición catalana habíamos denunciado una y otra vez con poco éxito la política del victivismo. Pero ante los más recientes acontecimientos y manifestaciones públicas de Jordi Pujol tendremos que empezar a referirnos a la política del pellizco.

Esta es la impresión que desprende el calculadísimo tira y afloja orquestado por nuestro President desde el mismo día 6 de junio hasta hoy. Los episodios más recientes, de esta dosificación serían las declaraciones de La Vanguardia (domingo 22 de agosto)  y  Avui (domingo 29 de agosto).

Por otra parte, la decisión del ejecutivo socialista de profundizar el modelo autonómico y proceder a la cesión del 15% del IRPF a las comunidades autónomas, ha levantado oleadas de quejas en amplios sectores del espectro político y comunicacional español, al tiempo que era recibido en Cataluña con escepticismo y frialdad.

La situación que se ha creado resulta de lo más grotesca. Desde Cataluña Jordi Pujol muestra circunspección ante la confirmación de lo que había sido una aspiración histórica, compartida por todas las fuerzas políticas catalanas y auspiciada desde siempre por los socialistas catalanes, y mientras espera los papeles arremete contra el ejecutivo socialista por su indefinición en política económica (La Vanguardia 22.8.93) al tiempo que anuncia la insuficiencia del actual marco (Constitución y Estatut) para satisfacer las aspiraciones nacionales de Cataluña.

En cuanto a la política económica, conviene recordar que mientras ahora CDC, Miquel Roca, Jordi Pujol y sus acólitos de UDC manifiestan un rechazo frontal a la política económica del gobierno español de los últimos cuatro años, el giro real en esta dirección no se dio hasta hace un año, más en relación con la reivindicación del IRPF y la perspectiva electoral que en relación a una pretendida vocación por reactivar la economía. Es cierto que la economía española vive una aguda crisis de competitividad y que la economía productiva está bajo mínimos. Es cierto también que conviene complementar las medidas para la contención del déficit público, con incentivos fiscales y estímulos para la inversión. Pero no es menos cierto que estas recetas no son exclusivas de CiU, figuran en las propuestas programáticas del partido socialista y deben implantarse con urgencia pero escalonadamente, de forma simultánea a unos presupuestos de contención y al pacto social. Insistimos más en ello. Pese a las airadas manifestaciones de ahora en el cénit de la crisis, CiU tuvo gran sintonía hasta hace un año con la política económica socialista. Y además para dejar las cosas en su punto nada o casi nada del contenido de los memorándums de CiU se ha implantado desde el propio nivel competencial de Cataluña. Más bien lo contrario. Los desaciertos en la inversión de dinero público catalán para el estímulo de la economía productiva se corresponden con una buena lista de fracasos empresariales que no seria difícil reseguir. Así pues pocas novedades, flagrante contradicción con la propia conducta política y evidente oportunismo ante la gravedad de la situación, desmintiendo la cronología ahora esgrimida.

Conviene además insistir en una idea poco utilizada por los economistas. Aunque es cierto que Cataluña en los años de expansión se ha visto favorecida por un buen nivel de inversión, también extranjera, (argumento que Pujol utiliza con frecuencia) nada acredita correlación alguna entre este fenómeno y la singularidad política del gobierno catalán y mucho menos avala la existencia de un “modelo catalán” de crecimiento o salida de la crisis. La especificidad de la industrialización decimonónica no admite parangón en la actualidad. Sería, por ejemplo, difícil encontrar un acento catalán específico, un logro de una supuesta burguesía nacional, si la hay, en las inversiones alemanas en Seat.

Vayamos ahora un instante al pellizco más reciente referido a la política autonómica. Aquí sin duda los testimonios literales podrían ser más concluyentes. Jordi Pujol había reiterado hasta la saciedad hasta antes del verano su convicción que desde el actual modelo autonómico y con una lectura adecuada de la Constitución y el Estatut cabrían las aspiraciones de Cataluña. Nadie, que yo sepa, ha salido al paso de las recientes declaraciones en el Avui para poner de manifiesto la contradicción entre estas e infinidad de declaraciones suyas anteriores. Cabe un cambio de ritmo y un giro estratégico. La política se fija a base de riesgos calculados y de decisiones súbitas. Cabe incluso la posibilidad que la actual posición de Jordi Pujol sea considerada más coherente, más razonable, desde muchos sectores incluso desde el propio socialismo catalán. Pero no es admisible tirar por la borda la propia trayectoria y moverse en una dirección de mayor calado justo cuando las exigencias más perentorias parecen satisfacerse.

Lo cierto es que la reciente voracidad de Jordi Pujol ha sembrado desconcierto en el socialismo español y en las propias filas de CiU y ha desencadenado una oleada de reacciones histéricas desde otras posiciones políticas.

Súbitamente se ha roto el hechizo. La derecha española y amplios sectores de los medios de comunicación han caido en la cuenta que quien hasta ahora les encandilaba era capaz de deshacer lo andado con velocidad de prestidigitador. Los peregrinajes por comunidades autónomas, la pedagogía por universidades de invierno y de verano, las proclamas de españolidad, las fidelidades del empresariado español, los devaneos con la derecha española, las asesorías de imagen con sede en Madrid, … todo se ha desvanecido. El que fuera proclamado, con solemnidad inusitada, español del año busca afanosamente un desmarque para conseguir verse proclamar muy pronto todo lo contrario.

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3 Setembre 1993 Posted by | ARTICLES D'OPINIÓ, La Vanguardia | , , , , | Comentaris tancats a CATALUÑA Y ESPAÑA (I)